por Joseba Buj (2)
I
Una mirada fugaz sobre Adolfo Sánchez Vázquez nos remite a un filósofo exiliado en México que propone una teoría marxista y que discute con el Diamat: por lo que puede ser considerado un marxista crítico.(3) Definir cualquiera de estas dos instancias (Diamat o marxismo crítico) es prácticamente –en virtud de la maniquea oposición que se plantea entre ambas– definir la otra. El Diamat es el materialismo dialéctico, pero entendido de modo vulgar y economicista: tal y como se instrumentó en la Unión Soviética por un mal entendimiento de algunas tesis sostenidas por Friedrich Engels en el Anti-Dühring:(4) En la ciencia, supuso un Trofim Lysenko, en la estética, el Decreto Zhdánov. También supuso una amputación del pensar filosófico. El marxismo crítico comporta, por consiguiente, un repensamiento de la doctrina marxista, que trata de liberarla del anquilosamiento vulgar y economicista, y que restituye en el debate la importancia de la dimensión cultural en dicha doctrina (esto es, la estética, la ciencia y la filosofía). Quiero fijar la atención de manera muy particular en el lugar que ocupa la problemática de lo estético en la obra del marxista crítico Sánchez Vázquez. De todos es sabido que esta arista juega un papel muy importante en su propuesta filosófica; pero, además (aventuraré aquí), esta vertiente de lo estético resulta ser una clave para poner de relieve que no es posible una comprensión a cabalidad –que aquilate en toda su dimensión crítica la obra del exiliado– que se apuntale (la comprensión a cabalidad), de forma exclusiva, en un solipsismo interpretativo circunscrito a la inteligencia de los textos filosóficos de este. Esto es, en la pregunta filosófica por lo estético se constituye un lugar propiciatorio que permite un adentramiento en otros territorios de la obra (y, por qué no decirlo de una vez, de la vida) no estrictamente filosóficos.
¿Por qué argumento esto? Esta es la principal tesis del presente escrito: postular una lectura que permita un acercamiento a Sánchez Vázquez como totalidad y que, en este sentido, permita desentrañar y potenciar su empellón crítico (total) dentro del marxismo. Esta lectura encuentra, en su reflexión filosófico/estética, un lugar propicio para afirmar que sus textos filosóficos no deben ser leídos sino como un tejido que necesariamente se hilvana con ciertos parajes de la vida y de la obra del pensador andaluz (diferentes, o heterotópicos, respecto de los de la obra rigurosamente filosófica). Por motivo de este hilván, entonces, será posible tornar a la obra estrictamente filosófica y restaurar en ella una fuerza crítica avasalladora que sería vedada en el caso de incurrir en solipsismos exegéticos.
II
No es que yo me esté inventando este género de lectura; me antecede, en esta dirección interpretativa, Károl y Manheim que, siguiendo algunas de las cavilaciones de Georg Lukács en El alma y las formas y en Teoría de la novela, entiende que una aquilatación crítica de la textualidad se halla en elucidar la potencia relacional que esta alberga, es decir, este género crítico de lectura renuncia a una aproximación intrínseco/inmanente y reductiva a la textualidad. Habrá, entonces, que comprender el texto como una pieza inserta en una totalidad que lo rebasa: esa totalidad planteará una tensión para con el texto en cuestión y dejará en él una huella.(5)
En este escrito intentaré dar cuenta de que, en el caso de Sánchez Vázquez, dicha huella de la totalidad está especialmente presente en textualidades que, a primera vista, serían motejadas de marginales y adjetivas; y de que dicha huella puede constituirse en un lugar auspiciante que, efectuando la lectura relacional pertinente, llevaría más allá (y actualizaría de una manera radical) la potencia crítica de las teorías torales del filósofo en cuanto tal (esto es, en sus textos filosóficos propiamente dichos).
III
En este tenor, a lo largo de este escrito es mi intención dar a entender que hay dos vocaciones previas a la filosofía, la política y la literatura, particularmente evidenciadas en ciertas manifestaciones textuales marginal/adjetivas del filósofo hispanomexicano que no deben ser relegadas si se quiere llevar a cabo una glosa a profundidad de su textualidad sustantiva en cuanto filósofo.
Voy, pues, con la lectura en cuestión. Aludir a la huella de lo político y lo literario en el filósofo Sánchez Vázquez es aludir a una complejidad. Diríase a una dimensión recursiva, en cuanto que se pliega sobre sí misma articulando una confusión categorial. En el caso de Sánchez Vázquez no se puede hablar de vida como totalidad sin hablar de política, sin hablar de literatura y, finalmente, sin hablar de filosofía. Constreñirse a uno de estos campos/momentos desde el género de lectura que propongo es hipostasiar y, por ende, reducir, y, por lo tanto, falsear su complejidad relacional articulada para con los otros campos/momentos.
Aunque para pensar esto, intentando develar, en puridad, su dimensión compleja, habría que renunciar al orden y a la secuencia en pos de una lectura arborescente, es necesario, por simple imperativo textual, echar mano de cierta disposición ordenada: recorreré entonces, sucintamente, la vida del filósofo, subrayando la relevancia que tienen en ella la política y la literatura; se comprenderá así por qué llegó a un tercer instante/lugar, el de la filosofía: la disciplina en la que ha dejado su legado más conocido. Este recorrido lo llevaré a cabo echando mano del que pareciera ser su legado residual: el ya citado corpus adjetivo, de índole literario/testimonial, en el que la impronta de la totalidad está particularmente presente, corpus adjetivo que permitirá develar algunos de los mecanismos que subyacen al corpus filosófico, si se comprende este en el sentido manejado, esto es, tal integrante de un tejido total/relacional.(6)
IV
Crece en Málaga, lo cual explica su inquietud literario/artística. Lugar en el que estaría Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, así como la imprenta Litoral. Su presencia en Málaga explica, por otra parte, su inquietud política: la solidaridad con las condiciones míseras del campesinado andaluz que provoca su rendición ante la gran esperanza que supuso para el mundo la Revolución rusa de 1917.
Se afilia a la JSU (la Juventud Socialista Unificada, fusión de las juventudes del Partido Socialista Obrero Español y del Partido Comunista de España que, finalmente, tras una reñida discusión, engrosaría, prácticamente en su totalidad, las filas de este último partido). El PCE se constituyó en 1921, a consecuencia de la escisión de los terceristas (esto es, aquellos socialistas españoles que se adhirieron a la Tercera Internacional incoada por Lenin) del socialismo español. Esto es importante en esta argumentación. Desde sus primeras épocas, es decir, los tiempos de su fundación y de sus primeros pasos políticos, el socialismo español, con personajes como Jaime Vera, Fernando de los Ríos, Julián Besteiro, estuvo muy vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, una institución krausista liberal que proponía una reforma de la cultura integral:(7) a raíz de esto, en la militancia socialista española ocupará siempre un lugar fundamental la crítica a la cultura entendida, en clave marxista, como superestructura, con que los partidos socialista y comunista no podrán ser inteligidos únicamente como partidos de clase abocados a luchas que solo se explican desde la perspectiva economicista y mecanicista (esta postura crítico/cultural trasciende, incluso, como estoy apuntando, a la versión mucho más vertical y dogmática, a la hora de entender el marxismo, que encarnó en el PCE: la filiación política de Sánchez Vázquez).(8)
Estudia en Madrid, con esa generación de intelectuales (los que lo anteceden en edad) que luego tanto aportarían a México. Aunque no halla (en su interrumpida formación académica española) ni rastro de marxismo. Luego, la guerra civil española, donde desempeña tareas culturales que le encomienda su partido y es comisario político en el frente. Después, perdida la guerra, llega a México en el Sinaia, y tras una serie de vicisitudes que se dan a lo largo de los años abandona aparentemente la política y una muy incipiente aventura literaria.
En paralelo, hay que destacar que atraviesa una serie de crisis, políticamente hablando: el Informe Kruschov (la denuncia de los crímenes de Stalin y del culto que se instrumentó en torno a su personalidad), el aplastamiento soviético de las revoluciones húngara y checa (donde dos legítimos movimientos político/obreros fueron sometidos por una suerte de incongruente imperialismo socialista), y la Revolución cubana (que desatendió la preceptiva que hasta entonces habían interpretado las –hasta hoy día indescifrables– leyes de la historia y que dictaba los pautados pasos a que debían atenerse los revolucionarios del mundo).(9) Quiero constatar que hay un claro vínculo con la política en el giro vital de Sánchez Vázquez hacia la filosofía. Se pregunta, ¿qué ha sucedido con aquella gran esperanza de la Revolución rusa de 1917 que anclaba sus fundamentos, sus raíces en el marxismo?, ¿acaso algo andaba mal? Se propone, entonces, realizar una indagación hasta la raíz más profunda de las fuentes marxistas. Por eso se vuelve filósofo (acometiendo esta tarea con toda la gravedad académica e institucional).
V
No hay espacio aquí para desarrollar las complejidades reticulares de una obra filosófica particularmente feraz. Señalaré, únicamente, su eje toral: para poder distinguir cómo se anuda este con las dos vocaciones primigenias ya referidas. El vínculo con la política es nítido: es el motor inquisitivo de su obra filosófica, pero ¿lo literario, artístico, estético ha quedado en el abandono definitivo, desanudado, descolgado de su totalidad vital? Vamos a ver que no. En el eje toral de su obra filosófica, Sánchez Vázquez, como casi de forma simultánea a Karel Kosík, como antes Antonio Gramsci, de igual manera Karl Marx ubica en el trabajo la praxis revolucionaria por antonomasia, en cuanto que este es el lugar donde acontece la trasformación del mundo. Esto lo va deduciendo con apego a los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y a las Tesis sobre Feuerbach (1845). Traza, así, una difícil reflexión que pasa de Friedrich Hegel a Ludwig Feuerbach y que atraviesa hacia el materialismo marxista, encontrando su lugar crítico en la instancia desacralizada del trabajo.(10) Antes de engarzar lo filosófico con su vocación literario/estética, en virtud de que revestirá una capital importancia para la cavilación ulterior, quiero enfatizar –en el inciso que propicia este acápite– como ya lo ha hecho en parte Stefan Gandler(11) que, en la elección de los textos marxistas que serán objeto de su reflexión, ya se descubre un catalizador argumentativo que refuerza la tesis de la obra filosófica como una forma en tensión con la totalidad vital: Sánchez Vázquez rastreará un Marx joven que está tratando de definir su voz, pues él mismo (Sánchez Vázquez) está en una coyuntura similar cuando vira hacia la filosofía: exilio, agostamiento del proyecto político, crisis literario/creativa…, esto es, acomete sus cábalas sobre el marxismo (y la definitoria instancia del trabajo) desde la óptica de una praxis político/artística (más que desde una praxis reproductiva, o sea, proletaria, en puridad).
Voy, entonces, con la injerencia de lo literario/estético, donde se actualizan los énfasis (retomados de Gandler) y los argumentos esgrimidos en estas páginas: sus ideas sobre el trabajo (las de Sánchez Vázquez) como praxis revolucionaria, creadora, transformadora provienen de su vocación literaria primigenia. Son reflexiones sobre el trabajo artístico (aquí, en considerar el arte como trabajo opera la desacralización, frente a aquellos que lo atribuyen a los abstrusos, por etéreos e inubicables, númenes o a la quimérica, por descabalada, magia). El trabajo artístico, como el económico propiamente dicho, tiene que ver con una imagen aporética para con la realidad dada que surge en la mente del hombre y que el hombre es capaz de objetivar en el mundo con la consiguiente transformación de este. La diferencia que introduce Sánchez Vázquez entre el trabajo artístico y el económico propiamente dicho está a nivel de necesidad. El económico produce objetos útiles para satisfacer necesidades estrechas económicamente hablando (valga la redundancia), esto es, que se satisfacen en el inmediato consumo o utilización del bien fabricado. El artístico satisface necesidades complejas, esto es, “verdaderamente humanas”.(12)
¿Qué es la necesidad verdaderamente humana en términos artísticos? Intentaré dar respuesta a esta pregunta (siguiendo en todo momento a Sánchez Vázquez y las inferencias que de su teoría puedan dimanar) fragmentando la respuesta de tal manera que sea posible alcanzar algunos de los diferentes niveles de profundidad conceptual a que conduce. La necesidad verdaderamente humana es la necesidad de un artificio plasmado en una gramática objetual. Conviene detenerse en este punto, aunque en cierto modo fue abordado en el párrafo anterior, en virtud de las conclusiones a que nos guiará: el hecho de troquelar esa gramática sobre la materialidad dada, transfigurándola en artificio (en artificiosa), comporta un trabajo que transforma el mundo, es decir, el trabajo artístico es, en cuanto trabajo, idéntico –en principio– al trabajo económico propiamente dicho. La primera conclusión es que este trabajo es en sí lo artístico, en virtud de la relación que tiende para con el tipo de necesidad que satisface (la necesidad verdaderamente humana), con que hablar de trabajo artístico es, de seguida, una tautología: sirva, entonces, este redundante uso terminológico con fines explicativos. La segunda conclusión es que lo artístico se distingue de lo, digámoslo así, bello natural hegeliano, en una acepción que fuerzo a que apele in extremis a la desbordante naturaleza, como en cierto sentido apela Kant –ascendiente de Hegel– en su concepción de lo sublime, que por igual podría satisfacer la necesidad verdaderamente humana.(13)
En resumen, dicho artificio/trabajo se particulariza en razón de su compromiso con un efecto material de última y superlativa complejidad: conmovernos, es decir, comprometer, a través de una relación alambicada con la inmediatez material (ya que en su disposición gramatical traza, de seguida, un apartamiento del referente inmediato, incurriendo en preceptivas diegéticas que la singularizan –a la relación– respecto de las mimesis evidentes y contiguas), el estatuto de nuestra sensibilidad (ahí estaría, redondeando el argumento, la operación que en palabras de Sánchez Vázquez satisfaría lo verdaderamente humano); esto es, el cometido de dicho artificio/trabajo es liberar el efecto/afecto estético.
VI
Dos cosas son relevantes de cara a mi argumentación. 1) La estratificación reflexiva de la filosofía de la praxis –un concepto crucial en la obra especulativa del filósofo de Algeciras– posee una prosapia literario/estética, y 2) lo artístico/literario/estético está indefectiblemente anudado a una indisociable dimensión política, transformadora, que se acaba convirtiendo, a su vez, en pregunta filosófica.
VII
Por otra parte, ya que he apelado de manera continua a esta obra marginal, clave, por estar particularmente hollada por la totalidad vital del filósofo, sería oportuno demarcarla aquí por entre su corpus estrictamente literario: está la obra poética, epigonía de la generación del 27 y del Romancero de la Guerra (no nos importa tanto aquí), está la obra ensayística que gira en redor de otras autorías literarias (tampoco nos importa), pero, sobre todo, está una obra que se disemina en artículos, pequeños ensayos, conferencias, obra que habla básicamente de sus vivencias como exiliado.(14) Esta última obra residual, casi desconocida y despreciada si se la compara con su obra filosófica, posee un gran efecto estético. Me atrevería a decir que, más allá de rigores históricos y de documentalismos que persiguen ofrecer verdades positivas, estos textos están pensados como una gramática atravesada por una experiencia vital, ética y política –que se alimenta, a su vez, de los logros filosóficos de su autor– que busca conmovernos profundamente: porque esta gramática nos habla de un régimen narrativo/memorístico que restaura en el decir a un amplio contingente de acallados por las narrativas oficiales. Es decir, nos está conmoviendo porque emplaza y recrea una experiencia vital que plantea un nivel de resistencia política; experiencia vital que se actualiza en una función transformadora del mundo en tanto no se somete a ninguna lógica de administración política de lo estético, de ordenamiento de la sensibilidad (hacia teleologías culpables tal el ramplón consumo), como las que hoy día pululan.
VIII
Desde esta última reflexión, siguiendo la tónica de lectura sugerida a lo largo de toda mi argumentación, deseo activar una suerte de plus ultra críticos en torno a la obra filosófica de Sánchez Vázquez. Plus ultra críticos que son producto de una interpretación que anuda la obra especulativa a la totalidad vital. Un género de glosa que se enciende, precisamente, al estirar la obra toral hacia la obra residual.
Primer plus ultra crítico: si el arte es una gramática pensada para conmovernos, para afectar el estatuto de nuestra sensibilidad, abate nuestro cuerpo. Si el goce estético queda aprehendido en una lógica de consumo, únicamente reproduce la lógica del valor de cambio que incoa el sistema capitalista. Ergo, si el goce se instituye como instancia resistente para con el poder, creando condiciones críticas, estará transformando el mundo porque restaura cierta displicencia del valor de uso corporal que brega contra una administración de los cuerpos gregaria de la lógica de consumo.
Segundo plus ultra crítico (abordado de manera tardía y parcial en su obra filosófica):(15) si el buen arte, como el que nos regala en la obra marginal que nos interesa, crea condiciones crítico/libertantes para con la lógica de consumo, se puede hablar de un trabajo no inscrito en la idea de producción ilimitada de bienes a que apelaba el marxismo clásico (lo cual podría suponer la destrucción de la naturaleza y de la especie).
Tercer plus ultra crítico: si la diferencia entre el arte y el trabajo se da a nivel de necesidad, porque la necesidad del arte no se agota en la inmediatez, sino que su satisfacción despierta un efecto/afecto en el cuerpo que puede confundirse corporalmente con la necesidad originaria, el arte es el lugar para la crítica al valor de cambio y sus efectos especulativos y abstrusos sobre el tiempo de producción en los que se apuntala todo el sistema capitalista (el primer Marx, menos ceñido a la preceptiva economicista, denominaba a esto enajenación); es decir, este plus ultra crítico nos aboca a una reflexión sobre la técnica y el tiempo que denuncia una disociación criminal de la vida (que sería el valor de uso por antonomasia, o en términos del Marx joven: la humanidad no alienada) articulada por el capitalismo.(16)
Cuarto plus ultra crítico: este va de la mano con el anterior, pero extrapola el problema del tiempo hacia una dimensión más histórico/ holística no circunscrita a la pura producción. La obra literaria que nos interesa de Sánchez Vázquez nos conmueve porque apela a una exclusión histórica: el exilio. El tiempo de producción artístico pareciera obedecer a la dialéctica progresista –compelido hacia adelante vertiginosamente– de los ritmos moderno/económico/capitalistas, pero no es así al enjuiciarlo desde la propia obra marginal de Sánchez Vázquez en la que hemos hecho énfasis: el arte, apelando a los “apeados de la Historia”(17) puede crear la condición de posibilidad crítica para poner en entredicho la mencionada dialéctica progresista, tan afecta al modo de comprender el tiempo del proyecto moderno/capitalista.(18) Quinto plus ultra crítico (abordado tímidamente en su obra: en textos tempranos en los que discute con Stalin(19) y en textos tardíos en los que discute con Yuri Lotman, Galvano Della Volpe y los teóricos adscritos a la propuesta de la estética de la recepción):(20) si la gramática artística desde la que está hablando Sánchez Vázquez es la literatura, este plus ultra crítico nos platica de un restablecimiento –porque Sánchez Vázquez parece descuidarlo en sus emplazamientos críticos más conspicuos de las gramáticas artísticas– del análisis de los comandos y las sujeciones, míticos y simbólicos, que comporta negociar artísticamente con el lenguaje; comandos y sujeciones que son los que singularizarían, respecto de otras artes, a la literatura.
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Gandler, Stefan, “Filosofía y materialismo. Adolfo Sánchez Vázquez y Alfred Schmidt”, en: http://www.herramienta.com.ar/herramien-ta–web–1/filosofia–y–materialismo–adolfo–sanchez–vazquez–y–al- fred–schmidt (último acceso: 10 de noviembre de 2016).
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1 Este texto fue elaborado en el marco de la cátedra de investigación “Desterritorializaciones del poder: cuerpo y exclusión (estética, política y violencia en la modernidad globalizada)”, apoyada y financiada por la Dirección de Investigación de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.
2 Profesor investigador en el Departamento de Letras en la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.
3 Una versión primera de este texto fue elaborada para ser leída en el marco de un coloquio que se celebró en la BUAP en junio de 2016, coloquio en el que se homenajeó la figura del filósofo Adolfo Sánchez Vázquez. He decidido, en esta versión final, respetar el carácter zetético y primordialmente oral de aquella intervención, reservando, para las pausas eruditas, las notas a pie de página.
4 A este respecto, Rosaura Ruiz sostiene lo siguiente: “Lysenko, un famoso técnico agrónomo que no sabe biología, regresa a las ideas lamarckianas y plantea que puede resolver la problemática de hambre del pueblo ruso con tesis lamarckianas […]. Yo he leído muchísimo a Engels que es uno de los grandes sabios de su época, pero en la Unión Soviética manipulan sus ideas […]. Él escribió el Anti-Dühring, […] pero La dialéctica de la naturaleza está modificada para que prevalezca lo que dicen los estalinistas […]. Hay que leerla con cuidado porque fue publicada en tiempos de Lysenko y yo creo que fue modificada por él”. Rosaura Ruiz, “Darwinismo. Su significado, su impacto”, en Grandes Maestros, UNAM.
5 Nadie como el historiador Alejandro Estrella en su libro Libertad, progreso, autenticidad ha sabido, en nuestro panorama hispanopensante, explicar este género de exégesis. Cfr. pp. 13-23.
6 Para hacer este recorrido biográfico me basaré en los siguientes textos recopilados en el libro Del exilio en México, “Fin del exilio y exilio sin fin”, pp. 35-38; “Vida y filosofía”, pp. 43-65; “Del exilio español en México”, pp. 67-81; y en la conferencia “Socialismo; realidad y utopía”: “Mi formación ideológica y política desde mi juventud estuvo siempre inspirada por la idea o el ideal del socialismo. Lo que me llevó a él no fue en verdad una reflexión teórica, que vendría mucho después, sobre la base económica y social del capitalismo, sino una pasión de justicia ante las injustas condiciones de vida de los trabajadores y campesinos andaluces”.
7 Cfr. Aurelio Martín-Nájera, Diccionario biográfico del socialismo español (1879-1939), particu- larmente las biografías de Julián Besteiro, pp. 100-102; Fernando de los Ríos, pp. 688-689; y Jaime Vera, pp. 839-840.
8 Quiero, sin embargo, complejizar algo más esta cuestión del dogmatismo y el verticalismo. Porque en el transcurso del coloquio hubo muchas declaraciones que parecían defender la existencia de dos Sánchez Vázquez: uno dogmático, uno crítico. El propio Sánchez Vázquez abonó en esta interpretación de su figura al leer y censurar, desde el género de lectura inmanentista que critico en este texto, su producción filosófica primera: su tesis de maestría “Conciencia y realidad en la obra de arte”, de 1956. La problematización de esta visión maniquea la efectúo, precisamente, al echar mano del género de lectura relacional que he aventurado: cuanto, hoy día, leemos en la inmanencia del texto como verticalismo y dogmatismo, habla, en la potencia relacional de ese mismo texto, de una resistencia crítica al fascismo cuyo ascenso, por la vía parlamentaria, contemplaba el movimiento obrero desde la atalaya de la desesperación. Cfr. Eric Hobsbawm, el capítulo “Ser comunista”, pp. 125-145, en su autobiografía Años interesantes.
9 Véase A. Sánchez Vázquez, “Socialismo: realidad y utopía”, op. cit.
10 Cfr. A. Sánchez, El joven Marx. Los manuscritos de 1844, pp. 73-81. En estas páginas Sánchez Vázquez explica el concepto de enajenación en el trabajo que se infiere de los Manuscritos económico-filosóficos. Aquí Marx se basa en la crítica de Feuerbach al idealismo hegeliano: la secuencia dialéctica puede prestarse a un escamoteo; de esta manera, en lugar de un reconocimiento superador acontece un desplazamiento hipalagético de la esencia humana a una entidad que es producto de la secuencia, pero que en lugar de incoarla en su desenvolvimiento la estanca: Dios. Marx, materialista, descubre ese estancamiento en la producción de bienes que acaece en el trabajo proletario: la esencia del hombre se enajena en el objeto de su producción. En posteriores desarrollos teóricos, principalmente en El capital, Marx complejizará esto con su teoría del valor.
11 Cfr. Stefan Gandler “Filosofía y materialismo. Adolfo Sánchez Vázquez y Alfred Schmidt”: “Deslindándose con vehemencia del marxismo de Althusser, Sánchez Vázquez insiste en que la obra marxiana es indivisible. Si en sus análisis filosóficos sobre el concepto de praxis se basa principalmente en el Marx joven e intermedio, no lo hace necesariamente porque considere ahí a Marx como ‘más filosófico’, sino porque el tema de la praxis política y creativa está más en primer plano que en la crítica a la economía política, en la que, ante todo, está en discusión la forma de praxis reproductiva, que sostiene el mundo de los humanos. Esta posición privilegiada que la praxis creativa y sobre todo la político-revolucionaria ocupa en la Filosofía de la praxis de Sánchez Vázquez frente a otras formas de praxis, debe entenderse más por la historia de su propia vida que por reflexiones internas de pura teoría. Si se ocupa de Marx, ello se debe ante todo a su actividad política de la temprana juventud. […] El cambio de país, impuesto por motivos políticos (que también afectó a Sánchez Vázquez) da como resultado una presencia permanente, casi ineludible, de lo político (sobre todo en relación a su país de origen) en la vida cotidiana de los exiliados. Quiéranlo o no, las consecuencias de su propia praxis política desempeñan en la vida de los exiliados un papel determinante y, para el propio ajetreo de la vida cotidiana, pueden ser más imperiosas que las que surgen directamente de la praxis reproductiva. Estas últimas, por el contrario, determinan la vida cotidiana de los individuos que nunca se vieron obligados a cambiar de país por motivos políticos, más que la (propia) praxis política y sus consecuencias. Por eso no constituye un asunto de pura motivación teórica interna, sino procedente de la misma praxis política, el hecho de que Sánchez Vázquez, en el análisis filosófico, se vuelva más hacia la praxis política que hacia la reproductiva”.
12 Cfr. A. Sánchez Vázquez, “Las ideas de Marx sobre la fuente y la naturaleza de lo estético”, p. 49. Ahí puede leerse: “Con Marx lo estético se integra plena y necesariamente en el hombre. Por ello, podemos comprender por qué se asoma con tan ansiosos ojos al mundo de lo estético en estas obras juveniles en las que trata de encontrar la raíz de la enajenación humana y la verdadera esencia del hombre perdida precisamente en el trabajo. Se asoma, pues, Marx a lo estético, para esclarecer mejor cuánto ha perdido el hombre en esta sociedad enajenada, y vislumbrar así cuánto puede ganar en una nueva sociedad –comunista– en la que rijan unas relaciones verdaderamente humanas”. Véase también “El marxismo contemporáneo y el arte”, pp. 26-31. Ambos en A. Sánchez Vázquez, Las ideas estéticas de Marx.
13 Cfr. J. G. W. Hegel, Lecciones sobre estética, pp. 9-10, e Inmanuel Kant, Observaciones acerca del sentimiento de lo bello y lo sublime, pp. 29-35.
14 Cfr. A. Sánchez Vázquez, Del exilio en México: recuerdos y reflexiones.
15 Cfr. A. Sánchez Vázquez, Socialismo: realidad y utopía.
16 Esta dirección crítica daría, incluso (cosa que Sánchez Vázquez, por supuesto, no hace), para que emprendiésemos una labor de repensamiento del concepto de utilidad, dando cuenta, así, de una dialéctica alterada, o de un afuera dialéctico, más allá de lo negativo, que nos platicase de un valor de desuso, del lugar anatemático de lo inútil, de la resistencia de la inutilidad como positividad desafiante.
17 Historia con mayúscula en referencia a la Tesis IX de la Historia, pp. 44-45, de Walter Benjamin.
18 Este plus ultra crítico puede dar pie a una crítica radical al historicismo teleológico y escatológico del marxismo clásico de idéntico cariz a la articulada por el ya mencionado Walter Benjamin. Incluso, desde un viso más filosófico, este plus ultra crítico daría para entrever que el arte, al envidar con gramáticas que proponen diégesis alternas y mimesis alteradas, puede estar descentrando las violencias identitarias que son oriundas del pensar filosófico; el malpensar artístico/estético podría ser un lugar para fundar el anatema, la herejía contraria a la violencia unimisma del pensamiento ontológico.
19 Estos textos han sido poco o nada difundidos, incluso por el propio Sánchez Vázquez; tuve conocimiento de ellos gracias a César Núñez que, durante un encuentro en la UAM-I, durante el CECIL XVI 2015, se refirió a estos…, aunque por el momento no tengo la posibilidad de indicar su ubicación.
20 Cfr. Cuestiones estéticas y artísticas contemporáneas, las secciones sobre “La estética semántica de Galvano Della Volpe”, pp. 100-102, y “La poética de Lotman. Opacidades y transparencias”, pp. 29-40. Véanse en De la estética de la recepción a una estética de la participación, las conferencias “Hacia una estética de la participación (I). Valoración y crítica de la estética de la recepción”, pp. 63-80, y “Hacia una estética de la participación (II). La intervención del receptor en nuevas experiencias artísticas del s. XX y, en particular, en las asociadas con las últimas tecnologías”, pp. 81-99.